El microbimo es el conjunto de la microbiota, sus genes y el hábitat en que están. Todos estos microbios como bacterias, arqueas, virus, hongos y protistas están afectados por las condiciones ambientales que les rodean.
Cada individuo posee una comunidad microbiana peculiar que depende de su genotipo, de la colonización postnatal y de la alimentación que recibe durante los 2 primeros años de vida. La flora cutánea tiene una diversidad esencial y única en cada individuo.
El microbioma de la piel tiene la importante función de ejercer como barrera para protegerse de la colonización de bacterias patógena y desempeñan una gran labor trabajando en equipo con el sistema inmunitario de la piel. Este no solamente se distribuye en la superficie de la piel, sino que los folículos pilosos y las glándulas sebáceas y sudoríparas son compartimentos especiales con microambientes que se asocian a su propia microbiota.
Cuando el microbioma de la piel está equilibrado, las bacterias residentes protegen la piel de las transitorias como una barrera protectora biológica para combatir potenciales gérmenes perjudiciales.
Cuando se desequilibra a causa de factores ambientales o variaciones climáticas, con un cambio en el pH de la piel, agentes agresivos, la radiación ultravioleta, la edad, una dieta pobre, el estrés, una mala higiene o daños, termina por deteriorarse.
Su función barrera disminuye drásticamente, se vuelve más vulnerable y aminora su capacidad de protección. Esto puede derivar en diferentes alteraciones cutáneas como una tez desvitalizada e irregular, piel seca o sensible, descamaciones, acné, rosácea, dermatitis, eccemas, hasta la aparición de pequeñas rojeces, sensación de malestar y aparición de líneas finas. Es por esto que su importancia en la salud de la piel es fundamental.